Sueño ciento setenta y dos...

Escuchando: Blow Up (The Presets)





Veo las cosas dentro de mi cabeza como si fuera un Zoo, llena de animalitos imaginarios y de alegres e incomprensibles corrientes de aire.
Siento que consigo respirar a otro ritmo distinto, que se aleja este frío que amenazaba no soltarme. La existencia pesa tirando hacia abajo, y aquí, puedo imaginarte, reconocer al otro, ser todo lo extravagante que quiera ser. El día se enciende, me abro y dejo que entre el oxígeno por las rendijas. Es así, se expande por todos los rincones de mi habitación, que son todas y ninguna, o sea nada. Una porción del mundo que conocemos, que habitamos para ser eternos, un corto instante, un suspiro, éste es el más estúpido intento de intentar serlo. Puedes hacer de los días todo lo que tú desees, puedes nivelarlos o dejarlos como están, azar o elección. Dicen que somos iguales, únicos, irrepetibles. Me hace gracia, me río, pero de otra manera. No es una máscara, no una mueca, es otra cosa. Una cosa que cada vez es más en éste profundo menos, una cosa que es a lo que suena el vacío… “tic, tac” o “tictac”. Sólo puedo responderte a una pregunta, sólo puedo oponerte una frase a esa arrogancia que es creer entender: no soy nada dentro de tus bolsillos, no soy una tarjeta de crédito, no soy algo que ponerte encima, no soy nada que puedes comprar.
Intentamos el diálogo, te miro y noto tú franqueza, porque todavía no acabas de comprender las retorcidas sutilezas de los hombres y su so(u)ciedad. Dejémoslo aparte, de igual a igual, saber es callar. Ahora sí, a partir de aquí podemos comenzar a hablar de todo lo que tú quieras.

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